Mucho más que una terraza

«¿Dónde están tus almenas, oh Málaga querida, tus torres y azoteas, excelso mirador?»

Los versos que se conservan en los Jardines de Puerta Oscura nos hablan de extraordinarias azoteas, cubiertas llanas donde se podía pasear para contemplar los alrededores de la ciudad.

En zonas pertenecientes a la costa mediterránea que tienen factores geológicos y climáticos muy parecidos, como Almería, Granada o Málaga, quedan viviendas que comparten una evidente similitud en materiales y técnicas de la construcción en sus cubiertas.

Desde el origen conocido de las cubiertas tienen múltiples manifestaciones ligadas a las culturas propias y a las características climáticas específicas. Como epidermis de la techumbre, la cubierta forma el cerramiento superior del edificio y lo protege, por lo que ha de cumplir una serie de requisitos, a veces contradictorios.

Ha de ser, por ejemplo, resistente al viento y a la lluvia, resistente al hielo, estable, ligera y adaptable, y permitir la ventilación. Las modificaciones que el entorno ha experimentado, como el aumento de nivel de ruido, la polución o la ausencia de brisas o vientos locales que en las pequeñas ciudades existían y no así en las grandes, modifican sensiblemente el nivel de exigencia que en la actualidad proponemos a una cubierta.

El abandono de los métodos artesanales que se consolidaron en tradiciones ha sido evidente, incluso en las construcciones realizadas en campo abierto, o en las pequeñas ciudades y pueblos, adonde se han importado fórmulas y patentes ciudadanas poco aptas. Si antiguamente las materias primas estaban limitadas a los recursos naturales y habían de ser utilizadas en función del clima, hoy la industria produce el material apropiado para cada caso.

Continúan coexistiendo cubiertas tradicionales.

Afortunadamente, en algunas regiones de España, continúan coexistiendo formas tradicionales de cubiertas que permanecen invariables, incluso aunque hayan cambiado sustancialmente las circunstancias que les dieron origen.

Son cubiertas aterrazadas que sirven de graneros en el ámbito agrario y de terrazas domésticas que disfrutan de una bella vista de los alrededores, las más frecuentes, en zonas cálidas y en poblaciones de montaña. Sirven también de secaderos, lugares de reunión, colada, incluso espacios para dormir.

Precisamente en poblaciones donde el caserío está muy agrupado debido a una pendiente mayor las casas aparecen escalonadas, dando lugar a que las cubiertas de unas sean terrazas de las inmediatas superiores.

Municipios de la Axarquía malagueña, como Frigiliana; de la Alpujarra granadina, como Trevélez, Pampaneira, Capileira, Bubión; y de la provincia de Almería, como Mojácar, Enix, Níjar, poseen extraordinarios ejemplos de este tipo de arquitectura vernácula. En todos ellos el aspecto origina una blanda y redondeada superficie en contraste con las líneas verticales. La cubierta unifica el diseño total del pueblo, ligando entre sí las viviendas escalonadas del conjunto con gran solidaridad y continuidad, que armoniza con el terreno, incluso cuando el sistema se amplía en cualquier dirección del casco urbano, dentro de un crecimiento natural.

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La cubierta plana se compone de madera con alfombras de cañizo o palma sobre las que se extiende arcilla magnesiana, que en estado seco deja un polvillo característico tan fino como brillante, conocida como tierra roya o launa, en Andalucía, y como laguena, en Murcia.

Decía Paul Valéry que «la piel es lo más profundo». En efecto, las varias capas superpuestas de arcilla compactada funcionan extraordinariamente bien como impermeabilizante y el tupido manto en el que cada caña absorbe las tensiones del frío y del calor permite que la lluvia escurra rápidamente.

Asimismo, el gran volumen de aire produce una buena circulación de éste y un buen aislamiento térmico. Las lajas de piedra pizarrosa que se disponen sobre las albardillas de la cubierta hacen la función de alero y las vigas de madera proporcionan con sus salientes un elemento decorativo y textual.

El color del conjunto es muy variado, dependiendo del propio de la tierra utilizada. Oscila desde el pardo o siena hasta el gris verdoso, azulado e incluso amoratado.

El aspecto final de las viviendas sólo es comparable con las casas ibicencas y, sobre todo, con las casas que se encuentran en las amplias comarcas del Marruecos central y meridional, como Ait-Benhaddu, Tinerhir y otros pueblos del valle de Urica, que son ancestros, más que probables, de estas cubiertas planas nuestras.


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